Plaza de toros de Daimiel (Ciudad Real). Corrida de toros. Más de media entrada.
Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados. Primero noble sin humillar. Segundo encastado. Tercero y cuarto manejables. Quinto bueno, con calidad, ovacionado en el arrastre. Sexto humillando aunque sin rebosarse, también ovacionado.
Rafaelillo (de azul turquesa y oro): estocada entera caída (dos orejas); entera muy tendida (dos orejas).
Joselito Adame (de gris perla y oro): metisaca y media arriba (oreja); más de media desprendida (oreja).
Rubén Pinar (de caña y oro): dos pinchazos y buena entera arriba (oreja); buena estocada entera arriba (dos orejas).
Tomás López y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al segundo, repitiendo saludo Sánchez en el quinto. Los tres toreros salieron a hombros junto al ganadero Victorino Martín.
El tándem Rubén Pinar-Victorino Martín volvió a hacer disfrutar a los espectadores que ocuparon medio aforo de la plaza de toros de Daimiel.
Rafaelillo se las vio con un primero que pasaba por allí sin humillar. La labor del murciano tuvo buen embroque (momento en el que la vertical del torero y la cara del torero se encuentran) por el pitón derecho, y mejor conjunción completa por el izquierdo, con más ajuste y gusto en la ejecutoria. Una faena pulcra, con algún bello destello al natural, pero en absoluto merecedora del doble trofeo, entre otras cosas por la estocada caída con la que remató su labor.
El cuarto ofreció entrega por el pitón izquierdo, y no tanto por el derecho. Sin embargo, después de una serie de naturales, Rafaelillo basó su trasteo por el lado diestro, poniéndose y quitándose, pareciendo más que siendo, logrando cortar dos orejas que, como en su primero, supusieron un premio excesivo.
No lo vio claro Joselito Adame frente al encastado segundo. A pesar de hacer un evidente esfuerzo, el mexicano probó mucho y se confió poco. Le robó algún natural reseñable, en un balance que supo a poco. Y si encastado fue el segundo, noble y enclasado por los dos pitones resultó el quinto. El mayor de los Adame lo pasó por la periferia, empleando mucho tiempo para colocarse -al hilo- y sin encontrar el sitio para ligar, dejándose ir un toro para triunfar toreando que fue ovacionado en el arrastre.
Lo mejor de la tarde llevó la firma de Rubén Pinar, quien, sin estridencias, protagonizó una faena firme (brindada a Emilio de Justo) a un toro que se dejó pero que no se entregó por abajo, sobre todo por el izquierdo. El albaceteño pinchó una faena de mérito callado. Como mérito tuvo el trasteo al sexto, que humilló aunque punteando. El albaceteño se la dejó en la cara y tiró de él hasta el final por ambos pitones, en una labor de firme importancia sin efectismos, rematada magníficamente con la espada premiada con dos orejas.
Crónica y Foto: J.C.S.