El año 1983 finalizó para el mundo taurino con una triste noticia que llegaba desde la capital mexicana, el fallecimiento de Joaquín Rodríguez «Cagancho».
El torero sevillano murió en el Sanatorio Español del Distrito Federal a consecuencia de un cáncer de pulmón a los 80 años de edad. Cagancho residía desde mediados de la década de los cincuenta en el país azteca, donde tenía una legión de partidarios.
Joaquín Rodríguez fue un diestro genial a la par que desigual, con tardes apoteósicas en las que alcanzaba cotas artísticas difícilmente superables, junto a otras actuaciones menos afortunadas cuando el duende y la inspiración no le acompañaban. Muy extensa en el tiempo fue la trayectoria en los ruedos del matador hispalense, puesto que lució por primera vez el traje de luces en 1923, dando por concluida su carrera profesional en 1964. La alternativa de Cagancho tuvo lugar en Murcia el 17 de abril de 1927, ejerciendo como padrino Rafael «El Gallo», que le cedió la muerte del toro «Orejillo», de Carmen de Federico, en presencia de Chicuelo. En junio de ese mismo año confirmó el doctorado en Madrid. «Naranjo», de la ganadería de María Montalvo, fue el primer astado que lidió y estoqueó Cagancho en el coso capitalino, alternando aquella jornada con Valencia II y Marcial Lalanda. En el invierno de 1928 marchó a México por primera vez, donde logró cautivar a los aficionados.
En la plaza y ante el toro, Joaquín Rodríguez era capaz de lo mejor y de lo peor, enloquecía a los públicos con su personal concepto del toreo pero también los enfadaba cuando las musas no habían hecho el paseíllo con él ese día. Con el capote en las manos, pocos toreros podían igualarle, destacando sobre todo al ejecutar la verónica. No solía Cagancho marrar con el acero un triunfo, realizando casi a la perfección la suerte del volapié, volcándose sobre el morillo lentamente.
Valga este recuerdo en el 37º aniversario de su fallecimiento en México, como pequeño homenaje a uno de los diestros más importantes de los años treinta y cuarenta del siglo XX, que a pesar de sus irregularidades fue admirado y estimado por el conjunto de la afición.
Imagen: Tendido Cero – RTVE