Plaza de toros de San Martín de Valdeiglesias (Madrid). Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada.
Se lidiaron cinco toros de Vellosino, y uno de El Pilar (cuarto), de presentación desigual, con algún ejemplar muy anovillado como fue el tercero. Nobles y con clase pero justos de fuerza. El cuarto, de El Pilar, fue un gran toro.
Paco Ureña (de verde hoja y oro): estocada entera desprendida y perpendicular (ovación con saludos); pinchazo y más de media desprendida (dos orejas).Juan Ortega (de rioja y azabache): dos pinchazos y estocada entera arriba (ovación con saludos); media delantera, pinchazo y entera desprendida (silencio).
Roca Rey (de tabaco y oro): estocada entera arriba (oreja); estocada entera arriba (dos orejas).
San Martín de Valdeiglesias registró plaza casi llena para presenciar un cartel de lo más interesante y original y que, a la postre, resultó triunfal.Paco Ureña anduvo con el noble primero a gorrazos. El de Vellosino tuvo la fuerza cosida con alfileres pero fue tras la muleta con ritmo y calidad. El murciano se encajó, metió riñones, y ayudó a su antagonista vaciando el muletazo a media altura. Se gustó y gustó, pero sin conectar con los tendidos tanto como si la misma faena la hubiera realizado en un orden distinto al primero. La deficiente colocación de la espada le privó de un trofeo.
El tal Gorrión, que así se llamó el magnífico ejemplar de El Pilar lidiado en cuarto lugar, derribó al picador y se arrancó con alegría a lo que se le pusiera por delante, rebosándose especialmente bien por el pitón izquierdo. Ureña se explayó en una faena arrebatada, dando los frentes, ajustándose con las encastadas embestidas del toro de El Pilar y, esta vez sí, levantando al público de sus asientos. Cómo sería la cosa que le dieron dos orejas después de citar seis veces -sin éxito- para matar a recibir, y dejar una estocada algo defectuosa tras pinchar.
A pesar del magnífico son del segundo de salida en el capote (parecía ya picado) Juan Ortega reservó su medido ímpetu para un acompasado quite por chicuelinas. En la muleta el de Vellosino alternaba viajes templados con derrumbes por la arena, por lo que, a pesar de las delicias muleteras del sevillano con ambas manos, dejando carteles de toros sin atisbo de violencia, pesó más la endeble condición del toro. No obstante, saludó una ovación a pesar del doble pinchazo.
El quinto tuvo casta a raudales pero no entrega, y se movió soltando la cara y haciendo hilo. Ortega no se dio coba y se lo quitó de en medio relativamente pronto.
El tercero tenía la presencia de un eral de los que salen en Villaseca de la Sagra por el Alfarero de Plata; y no es exageración, por lo que el toro fue protestado con justicia. Roca Rey fue a lo suyo, premiosamente parsomonioso, y le arrancó una oreja esquivando los cabezazos del de Vellosino en el tramo final del muletazo, y bajándole mucho la mano por el derecho. Como, además, rubricó a la primera, paseó la primera oreja de la tarde.
El sexto rehuyó capotes y fue de un peto a otro sin quedarse en ninguno de ellos, con el consiguiente cabreo de los tendidos, que pedían su devolución, no concedida. Pero claro, el toro, manso encastado, hacía el avión cuando algún banderillero lograba encelarlo, y Roca supo que tenía materia prima para sorprender. Porque quien más y quien menos esperaba que el de Vellosino persistiera en su huida, pero se quedó en la muleta del peruano, quien lo reventó por abajo en tandas ligadas, mandonas y vibrantes hasta que, después de matar a la primera, le fueran concedidas las dos orejas.
Crónica y Fotos: J.C.S.