Plaza de toros de Albacete. Corrida de toros. Séptimo festejo de Feria. Tres cuartos de entrada.
Se lidiaron tres toros de Samuel Flores (primero, quinto y sexto), y tres de Domingo Hernández (segundo, tercero y cuarto, estos dos últimos con el hierro de Garcigrande). Primero muy deslucido. Segundo suelto en los primeros tercios pero muy manejable en el último. Tercero muy reservón y con complicaciones. Cuarto manejable aunque a menos. Quinto y sexto manejables.
Morante de la Puebla (de obispo y oro): media perpendicular arriba (pitos); media arriba atravesada (ovación).
Paco Ureña (de tabaco y oro): casi entera algo perpendicular recibiendo (dos orejas); pinchazo y estocada entera desprendida (ovación con saludos tras aviso).
Ángel Téllez (de blanco y oro): pinchazo y entera desprendida (silencio); pinchazo y estocada entera caída (oreja tras dos avisos).
Paco Ureña salió a hombros
El primero -un ejemplar cornalón típico de Samuel Flores– topó más que embistió, por lo que Morante lo llevó al peto del picador en tres ocasiones; por si acaso también le daba por incordiar con peligro. Y le dio, porque en la brevísima faena de muleta el toro se fue hacia el cuerpo del sevillano, que se lo quitó de en medio en cero coma para descontento -por incomprensión- de parte de los tendidos.
Los torileros -o quien fuera- dieron suelta por equivocación a un castaño chorreado de Samuel Flores, reseñado como primer sobrero, cuando el que debería haber saltado era el ejemplar de Domingo Hernández/Garcigrande correspondiente a Morante. Y lo que es el toreo, después de un cierto mosqueo del respetable, que veía que Morante tardaba en estirarse a la verónica, la plaza rugió en cuanto el de La Puebla le pegó la primera de las magníficas cuatro que pudo dar. Es lo que tiene el toreo. Sin embargo, la faena de muleta fue una especie de coitus interruptus, ya que Morante se dirigió a por la espada de matar sin preámbulo después de llevarlo con garbo por los dos pitones en varias series que habían despertado el aplauso del público. Es cierto que el toro, que había resultado manejable sin más, se puso a la defensiva progresivamente, y sorprendió la reacción del genio hispalense.
A Paco Ureña le correspondió un primer toro de Domingo Hernández de los de comportamiento Atanasio en los primeros tercios (es decir, algo suelto y falto de fijeza) pero que cuando metía la cara hacía el avión. Paco Ureña se hizo presente tanto en el despegado recibo a la verónica como en el apretado quite por gaoneras. Con su personal arrebato llevó al de Domingo Hernández con desigual templanza, a veces conduciéndolo hasta el final con mando, y otras no, con la dificultad añadida de intentar templar citando en cercanías con toque fuerte (algo así como lograr la cuadratura del círculo). Su apasionada forma de torear caló más que las manifiestas imperfecciones. El gesto de matar recibiendo facilitó -suponemos- la concesión de las dos orejas.
El murciano se puso pesado en el quinto. Quizás por homenajear al brindado, el banderillero José Antonio Galdón «Niño de Belén». Sin embargo el trasteo, con algún pasaje jaleado, no alcanzó entidad, con demasiados tiempos muertos y escasa limpieza ante un ejemplar de Samuel Flores que no se comió a nadie.
Ángel Téllez se jugó la voltereta frente al complicado y reservón tercero, de Domingo Hernández (aunque con el hierro de Garcigrande). El toledano se puso como si el toro fuera toreable y simplemente era lidiable, ya que pegaba tornillazos defensivos, no pasaba y, a veces, incluso buscaba los tobillos. Cuando el de Mora se desengañó lo pasaportó después de pinchar.
La verdad también presidió lo realizado por Téllez en el manejable sexto. Dio los frentes, se puso en el sitio (tanto que cosechó ovaciones por ello mientras se colocaba) y por momentos brilló en pasajes por el derecho. En el remate de faena fue volteado aparatosamente sin consecuencias, fallando con los aceros (pinchó y dejó una fea entera caída). Ello no impidió la concesión de una muy discutible oreja tras dos avisos.
Crónica: J.C.S.
Fotos: Prensa UTE Casas – Amador