Plaza de toros de Santander
Ganadería: Garcigrande y Domingo Hernández.
Enrique Ponce: Silencio y dos orejas tras aviso.
El Juli: Oreja con fuerte petición de la segunda y oreja tras aviso.
Ginés Marín: Oreja y oreja tras aviso.
Fue aparecer el cuarto toro por chiqueros y pensar en que, al tocarle a Enrique Ponce, algo iba a pasar para acordarnos de ese toro de pelaje tan particular. Se gustó con el capote y, al coger la muleta, el inicio soberbio dio lugar a que sonasen las notas de La Misión. Dos años después, Ponce no quería cortar dos orejas a un toro en Santander, quería volver a crear una obra distinta en el mismo ambiente de acontecimiento que con ese bendito toro de hace dos veranos. La historia se ha repetido hace escasas dos horas, pero lo ocurrido tiene diferente argumento. Si la vez anterior aquello fue lírica, hoy ha sido dominio hasta desembocar en sentimiento. Todo fluyó hasta terminar en series que no dejaban irse al rajado Garcigrande, que ya acusaba la falta de fijeza desde la salida aunque con mucha profundidad. La poncina terminó por rematar la obra y, tras la estocada, fueron a parar dos orejas que el diestro no soltó en toda la vuelta al ruedo. »Torero torero…» y Ponce debe de seguir pasmado en los medios.
Su primero fue un animal complicado al que acabó pudiendo a base de consentir miradas y coladas. A un muletazo por abajo, soltaba la cara y le buscaba. De las cosas importantes hasta ese momento.
El Juli desplegó tauromaquia capotera con Persuasor, que rápido embistió a la muleta del madrileño con prontitud y profundidad. No fue fácil el toro (ninguno lo fue), y cuando le apretaba por abajo respondía , aunque no siempre. No conforme con ello, quiso redondear la tarde en el quinto, donde consiguió momentos de total acople aunque, de nuevo, de forma intermitente. Buen toro, aunque se fue desfondando. Daba igual, los remates de El Juli y ese estar en la plaza lo compensaban.
El tercer toro llegó sin picar a la muleta de Ginés Marín. Inició de rodillas con mando, pero cantó la gallina y Marín tuvo que pelearse con la aspereza y el genio del toro huido para cortar una oreja. El sexto fue el mas deslucido del complicado encierro. Quiso por todos los medios Ginés Marín y metió a la gente en un redondo muy abrochado que enlazó con un cambio de mano. Bernadinas, grandiosa estocada y en hombros con esos dos monstruos.
A Ponce le queda pendiente un episodio para cerrar su trilogía de La Misión. En 2020 puede que veamos el último acto.
Prensa Plaza de Toros de Santander