Plaza de toros de Jaén. Corrida de toros. Lleno de No hay billetes.
Se lidiaron dos toros de Victoriano del Río (primero y tercero), uno de Álvaro Núñez (segundo) y uno de Juan Pedro Domecq (cuarto). De presencia correcta. Deslucidos primero y segundo, algo más manejable el tercero y con movilidad tarda y falta de entrega el cuarto.
José Tomás (de ciruela y oro) como único espada. Ovación. Silencio. Oreja con división. Oreja.
La tarde, de calor, tremenda; de expectación, desbordante. De Ilusión inenarrable por ver a José Tomás de nuevo haciendo el paseíllo vestido de luces. Y de desencanto cierto tras ver a Tomás volver sobre sus pasos con el capote de paseo en su antebrazo, también.
Ha sido en Jaén, el coso que tenía -ya no- el sambenito de su imposibilidad para lucir llenos sus tendidos. Todo eso -dejando lo del calor aparte- es capaz de armonizarlo el de Galapagar.
El recibo de capote al primero fue parsimonioso. El de Victoriano del Río embistió con buen embroque pero no terminaba el viaje humillado. Instrumentó un quite por chicuelinas cerradas con larga cordobesa.
Torero erguido y toro con cierto disparo pero sin ritmo, frenando sus acometidas, de difícil lucimiento, por lo que Tomás abrevió en una faena medida. Lo más reseñable llegó en derechazos ligados, muy quieto, aunque decir tal cosa con Jt es una perogrullada. Necesitó de un pinchazo, entera contraria y cuatro descabellos.
El segundo, de Álvaro Núñez, echaba las manos por delante y soltaba la cara en el capote. En el último tercio, tras un inicio por abajo sometido, continuó la tónica del capote: el toro pasaba protestando, soltando la cara y, a veces, rebañando. No se inmutó aparentemente JT, que lo pasó por los dos pitones, sin excesivo brillo. No se dio coba y de nuevo abrevió vista la condición del de Álvaro Núñez. Pinchazo y entera arriba.
Salió el tercero, al que le endilgó notables verónicas y un quite por gaoneras de porte estático. Casi estatutario. El de Victoriano del Río se cernía por el derecho y no se rebosaba por el izquierdo. José Tomás, con la montera puesta, consiguió lo mejor al natural, quedándose en el sitio, echándosela al hocico y esperando la remisa embestida del su antagonista, muy cerca de los pitones, poniendo con el ceñimiento una emoción que no pudo llegar por la vía del toreo ligado. Ya con el acero en la mano le robó otra tanda de naturales de uno en uno de gran entrega, librándose de una voltereta in extremis. Dejó una estocada entera arriba y le fue concedida una oreja, con protestas que, al recibirla, fue depositada en la arena, dando la vuelta al ruedo sin ella.
El cuarto, de Juan Pedro Domecq, tuvo menos presencia y apenas fue picado. Ni para un análisis. El toro ofreció movilidad desordenada, deslizándose algo mejor por el pitón diestro. Como un poste, sacando apenas los brazos, sin ceder un ápice de terreno, el de Galapagar instrumentó varios naturales ceñidos, aislados, no largos, pero sí meritorios por la falta de entrega del de Juan Pedro. Cerró su actuación dejando una estocada entera arriba.
JCS